Liderazgo transformacional: cómo usar el cambio a tu favor

Michael (VP Finance & Legal) in the leadership meeting

En el mundo empresarial, los líderes tienen un rol clave. Son, en gran medida, quienes determinan cómo se aprovecha el capital humano: el mismo grupo de personas rendirá de distinta manera bajo diferentes líderes. No es lo mismo un jefe autocrático, que ordena y disciplina a sus empleados, que uno democrático, que intenta plebiscitar sus decisiones. Cada uno crea un ambiente de trabajo particular, y genera por lo tanto distintos resultados. 

Muchos teóricos se han dedicado a estudiar el tema, construyendo en el camino categorías y tipologías del liderazgo. Se basan tanto en prácticas habituales como en ejemplos históricos, y buscan encontrar qué tipo de liderazgo es el mejor para cada situación. Entre estos tipos, el liderazgo transformacional es uno de los más influyentes, porque se basa en su capacidad para manejar el cambio, uno de los desafíos fundamentales del siglo XXI. 

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Características principales del liderazgo transformacional

El término “liderazgo transformacional” fue popularizado por el historiador James MacGregor Burns. En la década del setenta, él fue uno de los fundadores de los estudios del liderazgo, estimulado en gran medida por los hallazgos en sus investigaciones sobre los presidentes estadounidenses. Especializado en Franklin Delano Roosevelt y obviamente influido por su figura, Burns quería construir una teoría unificada del liderazgo que permitiera afrontar los desafíos de una época convulsa y cambiante. Sus estudios sobre el tema fueron absolutamente pioneros, y marcaron el camino para otros teóricos, como Bernard M. Bass o Kenneth Leithwood. 

La principal característica del liderazgo transformacional es que tiene la capacidad de generar, recibir y aprovechar el cambio. No importa si se trata de una transformación general del mercado o una transición digital en recursos humanos: los líderes transformacionales tienen éxito precisamente en estas situaciones inciertas. Esto se debe a que, a diferencia de otros tipos de liderazgo, el transformacional lleva a los individuos a perseguir objetivos por fuera de su propio interés particular. Estos líderes guían a sus empleados hacia metas colectivas, superadoras de lo estrictamente individual, y eso permite a los equipos encabezar procesos exitosos de cambio e innovación. Para lograrlo, tienen que ser a la vez un modelo y un guía, un ejemplo a seguir y una influencia benéfica en el desarrollo de sus subordinados. 

Por supuesto, esto no es fácil de lograr. No cualquier persona puede ser un líder transformacional; para ejecutarlo de manera convincente, es necesario cumplir con ciertas características. Algunas son:

  • Carisma. Los líderes transformacionales generan confianza y respeto en sus subordinados. Esto va más allá del rol concreto que ocupan en la jerarquía de la empresa; se logra, en realidad, demostrando autoconfianza, lealtad y compromiso. Sus colaboradores sienten el deseo genuino de seguirlos. 

  • Empatía. Un buen líder transformacional usa la empatía para considerar individualmente a cada miembro de su equipo. De esta forma, sus subordinados saben que son tenidos en cuenta, y encuentran en él una persona con quien compartir sus preocupaciones, sus deseos y sus metas. 

  • Motivación. Los colaboradores dan lo mejor de sí cuando se sienten optimistas y entusiasmados. Los líderes transformacionales propician ese estado creando un sentido de identidad con la empresa, implicando a sus empleados en las soluciones y favoreciendo el desarrollo de sus capacidades. 

  • Tolerancia. El conflicto es una parte inevitable del cambio; para transformar y producir algo nuevo, es fundamental hacer lugar a la diferencia y ser comprensivo con el error. El humor, la aceptación y la racionalidad favorecen este tipo de atmósfera. 

  • Dirección. Tener la capacidad de tomar decisiones de manera convincente es fundamental para cualquier líder. Para eso, es necesario contar con buenas capacidades de comunicación y una buena evaluación de las capacidades y los riesgos involucrados en cada situación. 

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Tipos de liderazgo transformacional

Los líderes transformacionales cuentan con muchas maneras de guiar a sus colaboradores. Estas estrategias dependen, en gran medida, de una correcta evaluación de la persona que tienen delante: parte del talento de un buen líder está en reconocer qué estímulos potencian a cada uno de sus empleados, de acuerdo a sus personalidades. Este trabajo individualizado depende de una buena dosis de empatía y de una notable capacidad de motivación. 

En general, se considera que hay tres tipos de liderazgo transformacional, determinados por el tipo de estímulo que utilizan, sea positivo, negativo o intrínseco. Esto no significa que las estrategias sean irreconciliables, sino más bien que son herramientas para distintas situaciones; de alguna manera, el trabajo del líder transformacional está en reconocer cuándo usar un martillo y cuándo usar un destornillador. 

Estimulación positiva

La estimulación positiva forma parte del llamado pensamiento positivo, es decir, de la capacidad de centrarse en los aspectos positivos de las cosas. En este sentido, podemos decir que es un tipo de motivación bastante común y conocida. Se basa en el principio de que incluso los fracasos dan lugar a experiencias valiosas. Parte fundamental de la tarea de un buen líder transformacional es reconocer esas experiencias y hacerlas notar. 

Hay muchas formas de recurrir a la estimulación positiva. La más sencilla y directa es resaltar directamente los aspectos positivos: “De acuerdo, este proyecto fracasó, pero ahora aprendimos cómo hacerlo mejor para la próxima vez”. Este tipo de enunciados —del estilo “a veces se gana y a veces se pierde”— pueden ser muy útiles. 

Sin embargo, en algunos casos la frustración es tan grande que los colaboradores no están dispuestos a reconocer sus propios logros. En esas situaciones, quizás lo más conveniente es plantear la estimulación positiva como una serie de preguntas, al estilo de “¿Qué te llevas de esta experiencia?”. De esta forma, los colaboradores encuentran los aspectos positivos por sí mismos, cosa que los deja más dispuestos a reconocerlos. 

Siempre somos más permeables a nuestras propias ideas que a las de los demás; el líder positivo aprovecha eso para guiar a sus colaboradores hacia ideas beneficiosas. Por si fuera poco, esto allana el camino para que después sea el propio colaborador quien se haga las preguntas, dando lugar a un estado mental virtuoso de automotivación. 

Estimulación negativa

La estimulación positiva alivia la frustración concentrándose en aquello que salió bien. La estimulación negativa, por el contrario, se concentra en aquello que podría haber salido peor. La idea es ayudar al colaborador a enmarcar su fracaso dentro de un contexto más amplio. Esa nueva perspectiva ayuda a desdramatizarlo y a no concentrarse en él más de lo necesario. 

Frases como “no es el fin del mundo” o “nadie morirá por esto” apuntan claramente en esta dirección. Es importante notar que no todo el mundo reacciona igual a cada tipo de estímulo. La estimulación positiva es normalmente la más común, pero hay ciertas personalidades —normalmente muy autoexigentes o con un elevado sentido de la responsabilidad— que responden mejor a la estimulación negativa. Los líderes positivos usan su inteligencia emocional para detectar qué funciona mejor con cada uno de sus colaboradores, y lo aprovechan. 

Estimulación intrínseca

El tercer tipo, la estimulación intrínseca, es probablemente el más exigente de todos, pero también el más eficaz. En este caso, a diferencia de los anteriores, la motivación no surge de la situación —qué tan bien o qué tan mal salió— sino de las personas

Cada individuo tiene formas de automotivarse. Algunos son llevados por la curiosidad, otros por el reconocimiento, otros por el miedo al fracaso. En general, las personas más exitosas desarrollan circuitos de autoestímulo, que les permiten embarcarse en tareas ambiciosas y difíciles. El secreto está en hacer coincidir, de alguna manera, los deberes con los intereses o las pasiones. La estimulación intrínseca consiste en aprovechar estos aspectos particulares de cada persona para construir una motivación personalizada, auténtica y eficaz. 

Para eso es necesario conocer al colaborador en profundidad. Si un empleado tiene una predisposición natural a la curiosidad, lo ideal es ponerlo en una posición donde pueda dedicarse a la investigación; si alguno tiene un interés particular en el deporte, se lo puede motivar usando comparaciones deportivas o aprovechando su gusto por los desafíos y la competencia. Las opciones son infinitas. Lo importante es que un líder transformacional siempre está dispuesto a usar estos aspectos intrínsecos para motivar a sus colaboradores. 

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Diferencia entre liderazgo transaccional y liderazgo transformacional

Cuando James MacGregor Burns desarrolló la categoría de liderazgo transformacional, lo hizo por oposición a otra, el liderazgo transaccional. La idea es que, si un tipo de liderazgo se caracteriza por producir, disfrutar y aprovechar el cambio, el otro se concentra en la estabilidad y la predictibilidad

El liderazgo transaccional, por definición, no involucra a sus empleados en la toma de decisiones, ni tiene interés en alinear sus intereses particulares con las metas de la empresa. En este caso, los objetivos son algo que se impone sobre los colaboradores; y ese es, en realidad, otro aspecto de una comunicación mayormente unidireccional. Los mensajes solo “bajan” por la escala jerárquica, nunca “suben”. Los empleados que cumplen con estos objetivos impuestos son recompensados, y los que no los cumplen son castigados. La relación entre el jefe y los colaboradores es impersonal y meramente utilitaria. 

Este tipo de rigidez favorece la estabilidad y la estandarización, por supuesto, pero tiene serios problemas en contextos que requieren adaptabilidad, creatividad e innovación. Hay contextos en los que adoptar un estilo transaccional puede ser útil —después de una expansión, por ejemplo, cuando lo importante es hacer pie y establecer un ciclo de trabajo predecible—, pero el contexto tan cambiante del siglo XXI hace que sean cada vez más raros. 

Ventajas y desventajas del liderazgo transformacional

El liderazgo transformacional busca ser receptivo al cambio y generar una atmósfera de trabajo estimulante y positiva. Sin embargo, estas decisiones no vienen sin costos. El cambio siempre está reñido con el equilibrio; la innovación, con la acumulación de experiencia. Por eso es importante, a la hora de pensar estrategias de liderazgo, tener en cuenta sus ventajas y desventajas. 

Ventajas

Ya hemos hablado bastante de las ventajas del liderazgo transaccional. Podríamos resumirlas en:

  • Aumenta la productividad. Los colaboradores toman los objetivos de la empresa como propios, y dan lo mejor de sí para alcanzarlos. Esto aumenta la productividad y mejora la calidad del trabajo. 

  • Favorece la innovación. Una comunicación fluida entre jefes y empleados es vital para mantener un ritmo saludable de innovación. De esta forma, quienes toman las decisiones reciben constantemente propuestas nuevas, hechas por quienes trabajan constantemente en esos problemas. Las metodologías exitosas se calcan y se reproducen, y los errores se dialogan y se superan. 

  • Mejora el rendimiento bajo presión. Los empleados trabajan con más seguridad si sienten que su líder confía en ellos y los motiva. De esta forma, están dispuestos a tomar mayores responsabilidades y a afrontar sus propias decisiones con seguridad y determinación. 

Desventajas

A su vez, es innegable que el liderazgo transformacional también tiene desventajas. Todo beneficio viene con un costo. En el caso del liderazgo transformacional, estos son:

  • No es eficaz en entornos estables. En algunos casos, el equilibrio es más productivo que la innovación; hay empresas enteras —como algunos bancos, por ejemplo— que dependen de transmitir predictibilidad, estabilidad y confianza. En estos casos, el liderazgo transformacional no aporta demasiadas ventajas.

  • Es prescindible con trabajadores experimentados que ya disfrutan de su trabajo. En algunos casos, los empleados tienen la experiencia, la autonomía y la motivación necesarias para hacer su trabajo de manera productiva y eficiente. Entonces puede ocurrir que el liderazgo transformacional sea visto como intrusivo, y resulte contraproducente. Un buen líder también tiene la inteligencia necesaria como para detectar estas situaciones y no interrumpir ciclos virtuosos. 

Ejemplos de liderazgo transformacional

Quizás el ejemplo de líder transformacional más conocido sea Steve Jobs. Como fundador de Apple, su misión fue siempre propiciar la innovación y la alineación entre los objetivos de la empresa y los de sus empleados. Las computadoras personales eran un producto impensable en ese momento; no solo había que desarrollar la tecnología, sino que además había que crear la demanda del producto. En esa zona, tan indeterminada, Jobs supo sacar lo mejor de su equipo aprovechando sus dotes de líder transformacional. 

Es interesante destacar que, después de unos primeros años de crecimiento arrollador, Jobs reclutó a John Scully —entonces CEO de Pepsi, creador del famoso Desafío Pepsi— para convertirse en CEO de Apple. Jobs reconocía en él un experto en marketing, pero sobre todo una persona experimentada que podía estabilizar su empresa; es decir, un líder transaccional. De esta forma, podemos ver cómo Steve Jobs no solo supo propiciar y aprovechar el cambio, sino que además tuvo la inteligencia de modificar el estilo de liderazgo cuando juzgó que eso era necesario. 

Preguntas frecuentes

¿Por qué es importante el liderazgo transformacional?

Tener la capacidad de innovar y de adaptarse al cambio es fundamental para cualquier empresa moderna. El liderazgo transformacional es la mejor manera de aprovechar el potencial de los trabajadores, canalizándolo en la dirección más productiva posible. Estos líderes motivan y dirigen a sus empleados para lograr a la vez mejores rendimientos y nuevas propuestas. 

¿Qué significa ser un líder?

Tradicionalmente, la figura del líder ha estado asociada a la del jefe. Sin embargo, ser jefe es únicamente un cargo jerárquico; un líder hace mucho más que mandar. Él también estimula, desarrolla y potencia a sus empleados, y en el proceso se presenta a sí mismo como una persona de confianza y un ejemplo a seguir. 

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